¿Sabes qué es la planificación financiera y qué tipos hay? Descubre las características y la clasificación a continuación.
No importa cuál sea tu meta: salir de deudas, ahorrar, invertir en bienes raíces, ampliar la rentabilidad de tu negocio o empresa, para llegar a tu destino, un buen mapa es una ayuda fundamental.
En su núcleo, la planificación financiera consiste en la fabricación de un mapa, una hoja de ruta, un itinerario en el tiempo y en el espacio que, partiendo de un análisis de nuestra situación financiera actual, nos conduzca de la mejor manera posible, al punto de llegada que está representado por los objetivos planteados para nuestro futuro:
- Largo plazo; cinco años o más.
- Mediano plazo; entre dos y cinco años.
- Corto plazo; menos de dos años.
Estas características de planificación financiera aplican tanto para personas, como para empresas, comunidades, organizaciones y gobiernos. El proceso de planificación financiera es fundamental porque solo una buena planeación puede garantizar una correcta utilización de los recursos y, a la larga, eso siempre se refleja en la calidad de vida de las personas involucradas.
El plan tiene que ser flexible y debe adaptarse a los contratiempos del camino, sin embargo, en un mundo incierto, plagado de oportunidades y riesgos, navegar con una hoja de ruta definida es mejor que ir a la deriva. El objetivo de la planificación financiera es aumentar el bienestar material en el presente y en el futuro, esto depende del punto de partida de la persona, empresa u organización en cuestión.
Los métodos, procesos y herramientas de la planificación financiera varían, pues depende de para quién se diseñan; no es lo mismo hacer un plan a cinco años para un individuo, que para una familia o elaborar la planeación financiera de una empresa. Sin embargo, en todos los casos, las etapas, pasos y elementos del proceso son los mismos.
Etapas de la planificación financiera
Partir de un panorama actual realista y honesto
Lo primero que hay que hacer es construir una fotografía panorámica de nuestra situación financiera actual, tanto si somos persona natural como si somos empresa.
Si estamos planificando para una persona o una familia, básicamente necesitamos cuantificar las necesidades mensuales; comida, vivienda, transporte, salud, y compararlas con los ingresos, en ese mismo marco de tiempo, eso nos dará un balance negativo o positivo, según la situación.
En el caso de una empresa es lo mismo, pero dependiendo de la complejidad y tamaño de la organización, el proceso para llegar a los balances contables de la empresa puede ser mucho más complejo.
En ambos casos, aparte del flujo de ingresos y egresos, debemos hacer un balance de los activos y los pasivos para cuantificar el patrimonio resultante.
Los activos pueden ser una vivienda, herramientas de trabajo, un vehículo, una nave industrial o un local comercial. Los pasivos pueden ser deudas, hipotecas y créditos pendientes.
Al final de este proceso, contamos con un panorama preciso de la situación financiera de la persona o empresa para la cual estamos elaborando el plan. Este es el punto de partida de nuestro mapa.
Plantear objetivos específicos:
Un mapa solo tiene sentido si queremos ir de un punto de partida a uno de llegada, si da igual a dónde vamos, realmente no necesitamos un mapa, los objetivos son nuestro punto de llegada en el futuro.
Estos objetivos deben ser cuantificables, realistas y su consecución debe ser verificable en el tiempo, obviamente, los objetivos finales deben concordar con la situación de partida definida en el primer punto.
De esta manera, para una persona o empresa en deuda, un primer objetivo financiero a cinco años puede ser saldar sus deudas. Para una persona o empresa, sin deuda ni capital, su objetivo final a cinco años puede ser la acumulación de un capital y la creación de un patrimonio.
Para una persona o empresa, que cuente con un capital disponible, su objetivo financiero a cinco años puede ser invertir para lograr una renta, expandir su operación a nuevos mercados o, por poner un ejemplo totalmente diferente, para una promotora inmobiliaria el objetivo estratégico de su plan puede ser financiar un proyecto de desarrollo inmobiliario.
Sean cuales sean nuestros objetivos a largo plazo, estos deben poder dividirse en sub-objetivos a medio plazo y, a su vez, en tareas concretas, para realizarse a corto plazo. De esta manera, poco a poco, podremos lograr nuestro objetivo principal y verificar en qué punto de la ruta nos encontramos, a medida que avanzamos.
Un ejemplo: una persona que apenas gana lo de su sustento y arrastra deudas, puede plantearse a cinco años, como objetivo estratégico, cancelar sus deudas e incrementar sus ingresos al menos, en un 50%. Su sub-objetivo a dos años puede ser aumentar sus ingresos 30% y haber amortizado el 60% de su deuda más grande o con mayor interés, y sus tareas de corto plazo, pueden ser conseguir un ingreso extra de fines de semana y abonar el doble del pago mínimo a esa deuda cada mes.
Localizar nuestros recursos:
Ya sabemos de dónde venimos, para dónde vamos, con qué contamos y tenemos una idea de los propósitos. Es el momento de disponer de nuestros recursos actuales de manera óptima y para ello debemos tener claro el riesgo y el retorno de nuestras posiciones y nuestro perfil personal o empresarial de riesgo.
Digamos que dos hombres de 30 años tienen un patrimonio de cien mil euros, pero cada uno tiene un perfil de riesgo diferente.
Uno está soltero, no tiene deudas ni hijos; el otro tiene deudas, responde por dos hijos y su esposa, por temas de salud, no siempre trabaja.
Su objetivo estratégico puede ser el mismo, duplicar su patrimonio en cinco años, pero su hoja de ruta y su perfil de riesgo es muy diferente.
El soltero puede asumir mucho más riesgo, solo tiene que ver por su bienestar propio, y aun es joven, esto significa que puede localizar una parte más importante de su patrimonio en inversiones más riesgosas y que, potencialmente, tengan mejores retornos.
Para el hombre de familia sería más sensato pensar conservadoramente y localizar sus recursos, al menos la mayoría, en inversiones más seguras, como la finca raíz. Para esto puede buscar financiación mediante leasing o renting, según considere más conveniente en cada caso.
Planear para las contingencias:
Con nuestro mapa listo y todo dispuesto podemos empezar el plan finaciero pero las cosas nunca suceden exactamente como las planeamos y es fundamental tener un ahorro dispuesto para las contingencias.
Por ejemplo, para una familia puede ser una buena idea crear un fondo de emergencias, equivalente a las necesidades familiares por unos meses, que se utilice en caso de desempleo o enfermedad.
De la misma manera, puede tener mucho sentido financiero para un individuo que su coche esté asegurado o contar con un seguro contra desempleo en su hipoteca.
En la mayoría de los casos, no se trata de generar más dinero sino de hacer lo mejor con lo que se tiene y generar, de esta manera, una economía sostenible y próspera para la persona, la familia, la empresa o la organización que está planificando.